Ya estás cansado del pochoclo? En busca del buen cine tiene la solución... CINE EN SERIO

martes, 22 de diciembre de 2009

Profundo Carmesí (México - España - Francia, 1996)


No es con ánimo de atentar contra el espíritu festivo de éstas, las inefables épocas navideñas, que se presenta la película en cuestión. Lejos de eso, querido lector, está el objetivo que se persigue al introducir este film. Pero la advertencia no está demás; por el contrario, parece inevitable. Se trata de un film sórdido, fuerte y crudo que explora lo más siniestro de la naturaleza humana. La obra es creación de Arturo Ripstein, el director mexicano que ostenta en su currículum la envidiable condición de haber sido asistente del genial Luis Buñuel. Y ese oscuro objeto del deseo del maestro esté presente en el discípulo, cual un ángel exterminador.

Profundo Carmesí narra las acciones de dos seres atormentados, Coral Fabre y Nicolás Estrella. Ella es enfermera, madre soltera de dos hijos. Sueña con aventuras románticas, y ama platónicamente al galán francés Charles Boyer. Sus fantasías sólo se ven limitada por su extrema gordura, que la mantiene alejada de cualquier relación sentimental. Él, por su parte, es un pseudo seductor de modales refinados y elegantes maneras que se dedica a conquistar y estafar a mujeres ricas y más bien maduras. Se autoproclama español, pero no lo es. Su gran secreto, su más profunda debilidad, yace en su calvicie -que esconde tras su venerado peluquín. Para conseguir víctimas se basa en publicaciones de avisos en revistas. Es así como llega a manos de Coral su aviso, y la soñadora decide probar suerte.

Desde el primer encuentro entre ambos, nace en Coral una obsesión desmedida, casi patológica, por Nicolás. Éste al principio la rechaza –no es rica y para nada atractiva- pero luego, sutilmente, comienza a ceder ante las muestras de amor desinteresado y aparentemente genuino de la dama. Claramente perturbada por sus sueños y ambiciones, gestados en su cabeza merced al exceso de lecturas acerca de aventuras románticas e historias de amor con finales felices, Coral abandona todo –literalmente, incluyendo a sus dos pequeños hijos- para fugarse con su amado. Es así como comienzan un furioso raid delictivo, con ella colaborando con él en sus infames fraudes. Pero los mismos pronto se transforman en sangrientos asesinatos (principalmente por los celos Coral), dando lugar a un sangriento frenesí que es mezcla de una extrema violencia (con escenas explícitas incluidas) y un amor trastornado y por cuya causa los protagonistas están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias.

La película cala en las más hondas profundidades de estos seres humanos, que por macabros que sean, no dejan nunca de abandonar la condición primera. Sus perversas existencias están aisladas, cerradas en sí mismas en el límite que oscila entre la una a la otra. El mundo exterior no tiene importancia, está afuera. Es lejano, prácticamente irreal. Pero, curiosamente, el mismo se muestra tan espantoso como el de ellos y allí radica lo interesante: es el México desolado, ese territorio ignoto y olvidado el que engendró estos seres. Y, como ya señalaran Paz, Rulfo y Fuentes, cualquier cosa puede surgir y proliferar por aquellos tenebrosos pagos.

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lunes, 30 de noviembre de 2009

Out of Rosenheim (USA - Alemania Occidental, 1987)


Con el afán de continuar con los festejos por el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, y prolongando la tendencia de la semana pasada, se presenta un film con marcados ingredientes teutones. Si bien el mismo transcurre en los Estados Unidos y la mayoría de los personajes son de ese país, tanto el director (Percy Adlon) como la protagonista son alemanes. Qué mejor forma de celebrar que con su gran aliado fuera de Europa, cuya influencia fue clave para la unificación. De manera profética, la película indaga sobre la importancia de la comunicación y la vacuidad de los prejuicios, sobre todo en gente muy diferente que sólo parece compartir el suelo donde vive.

Bagdag Café narra las acciones de Jasmin Münchgstettner, una corpulenta turista alemana que se halla visitando los Estados Unidos con su marido. Cuando se encuentran en algún lugar de California, en el medio de esa enorme nada que es el desierto del Mojave, una fuerte discusión entre ambos pone fin tanto al viaje como a la pareja. Jasmin, que logra rescatar una maleta del auto en que viajaban, se encuentra pronto sola y perdida. Muy lejos de su ciudad natal, en la casi olvidada Baviera. En el horizonte divisa un solitario hotel y hacia allí se dirige. A medida que se acerca al establecimiento, el mismo se muestra más sucio y descuidado. Simultáneamente, su dueña acaba de tener una fuerte discusión con su pareja, que también decide huir. Como se puede suponer, la llegada de la alemana no se produce en el mejor de los momentos y no es precisamente bien recibida. Brenda, la propietaria, tiene de por sí serios problemas para manejar el lugar y criar a sus hijos, uno de los cuales es aprendiz de pianista y despliega bellas melodías de Bach.

Jasmin se instala en el decadente hotel y pronto su obsesión por el orden y la limpieza la llevan a colaborar con la dueña. Además, descubre en la maleta (que no era de ella) un set de magia y pronto comienza a impresionar a propios y extraños con sus trucos. De los muchos personajes que frecuentan el lugar, destaca la presencia de Rudi Cox (interpretado por el encomiable Jack Palance), un otrora decorador de estudios de Hollywood que se encuentra alejado de su trabajo. Pero la relación con Jasmin renace su pasión por la pintura, y comienza a retratarla con avidez. Es así como el Café, mucho más ordenado, limpio y prolijo ve aumentada su concurrencia en forma significativa. A tal punto, que hasta se hace parada común de los policías de la zona. Pero pronto el sheriff se percatará de que la visa de turista de Jasmin ha expirado, y su partida parece inminente. No obstante, Rudi pondrá en práctica un plan para retener a la carismática visitante sin quebrantar las leyes…

El largometraje se caracteriza por una excelente fotografía, sobre todo a la hora de plasmar la desolación y la soledad de las locaciones. Cabe destacar, a su vez, la precisión de los diálogos. Es, a fin de cuentas, una clara demostración de que muchas veces las primeras impresiones pueden ser erróneas. De que no debe -como reza el dicho, querido lector- juzgarse a un libro por su portada. A fin de cuentas, suele demandar el mismo tiempo y trabajo conocer a una persona que armarse una idea arbitraria de la misma. O al menos de eso pueden dar fe en el pintoresco Café Bagdad.

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jueves, 12 de noviembre de 2009

Der Himmel über Berlin (Alemania Occidental - Francia, 1987)


Esta semana se presenta, querido lector, lo más cercano hasta ahora a un film de culto que se ha visto en el blog. Se trata de un clásico moderno del director alemán Wim Wenders (creador de Paris, Texas; Buena Vista Social Club y The Million Dollar Hotel entre muchas otras) que se caracteriza por su sentido poético, tanto en palabras como en imágenes. En una ciudad de Berlín dividida que a simple viste puede parecer solitaria, fría y oscura la gente atraviesa los mismos problemas y las mismas dudas que en cualquier otra ciudad del planeta. Lo genial de la película radica precisamente en la forma en que exhibe esas dificultades ya que logra dotarlas de un encanto que logra revindicar la compleja naturaleza humana, al punto de dejar al espectador con una amena sensación de optimismo.

Las alas del deseo narra las acciones de Damiel (Bruno Ganz) y de Cassiel, dos ángeles que están asentados en Berlín desde el principio de los tiempos. En su condición divina, se pasean por las calles sin ser vistos por los mortales. Pueden incluso escuchar qué está pasando por sus mentes en todo momento. Es así como sus andanzas los llevan a cruzarse con todo tipo de personajes y atestiguar todo tipo de situaciones. Su mundo es en blanco y negro, no tienen sensaciones y todo lo saben y conocen. Pero Damiel comienza a obsesionarse con la raza humana y su particular idiosincrasia. Quiere sentir, en el sentido humano de la palabra: emoción, pena, ansiedad, dolor… Más aún cuando se topa con Marion, una joven francesa que es acróbata en un circo itinerante y cuyas reflexiones lo impactan profundamente. Otro de los personajes que lo asombra es el actor Peter Falk (que se interpreta a sí mismo), reconocido por su encarnación del detective Colombo en la prestigiosa serie. La decisión parece estar tomada, Damiel abandonará el firmamento y será uno más entre los berlineses…

Es así como una mañana amanece en una plaza de la ciudad, en condición de humano. Tiene ahora mucho por aprender, y está ansioso por hacerlo. Los colores, los sabores, las sensaciones son todas nuevas para él. Afortunadamente, volverá a interceptar el camino de Peter Falk, que le revelará importante información sobre su nuevo estado. Pero el objetivo de Damiel es encontrar a Marion, y eso no será sencillo. Es esta búsqueda la que lo lleva a presenciar un show en vivo de Nick Cave and The Bad Seeds, en una de las escenas más memorables del film, que es sin dudas una forma interesante de comenzar su vida mortal y finita. Marion, con su andar errante, no será fácil de alcanzar y, para complicar más aún la situación, Damiel es ahora conciente del paso del tiempo, esa fuerza misteriosa que avanza en forma inexorable…

La obra maestra de Wenders ofrece unas imágenes elegantes, con una admirable consideración por la estética. Tanto el blanco y negro como el color son tratados con gran estilo y distinción. Contrastando estas placenteras visiones se presentan las reflexiones de la gente común y corriente, propia de las metrópolis. La música acompaña los hechos a la perfección, y las actuaciones son a su vez sobresalientes. Se trata, inobjetablemente, de un largometraje indispensable; de una dosis de confianza y exaltación de esta peculiar aventura de ser humano.

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martes, 27 de octubre de 2009

Being John Malkovich (USA, 1999)


Si de películas originales se trata, sin dudas que la que se presenta esta semana alcanza el calificativo con creces. Se trata de una creación de Spike Jonze basada en un guión del genial Charlie Kaufman (Naturaleza Humana, Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos) -dupla que se repetiría en la exitosa El ladrón de orquídeas- que se caracteriza por su naturalmente lograda fantasía. Si bien el film es de ciencia ficción (de eso no cabe duda alguna), irradia a su vez un innegable realismo plasmado, ingeniosamente, a través de la complejidad de los personajes.

¿Quieres ser John Malkovich? narra las acciones de Craig Schwartz (John Cusack), un titiritero desempleado que tiene mucho de antihéroe, y de su mujer, Lotte (interpretada por una irreconocible Cameron Diaz), una gran adepta a los animales. El matrimonio se encuentra en clara decadencia, hasta que Craig consigue un trabajo para un anciano llamado Dr. Lester aprovechando sus habilidades manuales y logra una bocanada de aire fresco. Pero resultará efímera: su nueva compañera de trabajo Maxine le resulta sumamente atractiva y pronto se enamora de ella. Este nuevo lugar de trabajo es un tanto peculiar: queda en el piso 7 y medio, un piso de techos bajos que tiene su propia historia. Más aún, existe una pequeña puerta que conduce al cuerpo del actor John Malkovich (interpretado por él mismo). Durante 15 minutos uno es capaz de contemplar el mundo a través de los ojos del reconocido actor. Luego el hechizo se rompe y la persona es lanzada a un descampado cercano a una ruta. Craig comenta su descubrimiento a Maxine, y deciden operar un negocio paralelo fuera del horario de oficina: por doscientos dólares cualquier persona puede disfrutar de la experiencia.

Pronto será Lotte quien prueba el portal, y queda obsesionada al punto de considerar cambiarse de sexo. En una de sus incursiones en Malkovich, el actor se encuentra con Maxine y Lotte se enamora de ella profundamente. Su amor es correspondido, pero sólo cuando está dentro de Malkovich. Esto, predeciblemente, no es del agrado de Craig que decide intervenir en forma drástica: apoderándose del cuerpo del actor en forma definitiva. A partir de este hecho, se producirá un conflicto de intereses entre los personajes (incluido el Dr. Lester, quien esconde un secreto trascendental) que desencadenará una serie de interesantes situaciones hasta el sorpresivo desenlace.

La obra se destaca por una dinámica visual que acompaña con asombrosa destreza las acciones, incluso las que requieren de alto despliegue escénico. Las actuaciones son otro de los pilares del film. Pero sin duda en elemento más sólido radica en la historia en sí, tanto en el argumento como en la precisión de su escritura. Una historia, querido lector, digna de un cuento fantástico pero trasladada al contexto del mundo actual donde, probablemente, las dudas y los dilemas sean los mismos que acosaban a los seres de aquellos antiguos relatos: las ambiciones, el amor, la fama, la soledad, la relación cuerpo – mente, la propia conciencia, la percepción… Y aquí, tratados tanto en forma de comedia como dramáticamente, se plantean inquietantes consideraciones al respecto.

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jueves, 15 de octubre de 2009

The Royal Tenenbaums (USA, 2001)


La película que se presenta esta semana, como no podía ser de otra manera, se caracteriza por su particular sentido del humor así como por una fuerte originalidad, con un estilo claramente distintivo. Este estilo, querido lector, es aportado por su director Wes Anderson e identifica unívocamente a sus obras (entre las que se puede mencionar La vida acuática y Viaje a Darjeeling). Mezcla de comedia y drama, el largometraje presenta un desfile de personajes muy extraños -interpretados por actores de gran categoría- que exhiben sus raros modos con naturalidad. Las descripciones predominan a través de imágenes de alto despliegue visual, una permanente sensación de inacción y un logrado sentido del absurdo.

Los excéntricos Tenenbaums narra el acontecer de una familia muy especial, precisamente los Tenenbaums, que está compuesta por Etheline (Anjelica Huston), Royal (interpretado magistralmente por Gene Hackman), y sus tres hijos: Margot (Gwyneth Paltrow) –que es adoptada, Richie (Luke Wilson) y Chas (Ben Stiller). Pese a ser muy diferentes entre sí, los tres hermanos tienen algo en común: fueron niños prodigios. El futuro se avecinaba sumamente promisorio para los tres jóvenes genios, pero la ilusión no duraría mucho: un día durante su temprana adolescencia, Royal decide huir de la casa y abandonar a su familia. El duro golpe será acusado por los niños, que pronto verán desvanecidas sus habilidades y sus vidas envueltas en lo normal y ordinario. Veintidós años después, Royal se encuentra sin dinero y desalojado del hotel en el que vive. Sólo lo acompaña su fiel asistente Pagoda. Ante este panorama, y habiendo recibido la noticia de que Etheline planea casarse con su contador (Danny Glover), es que Royal engendra un plan para regresar a la casa y recuperar a su mujer y sus hijos: va a acusar un cáncer de estómago que lo transforme en víctima y le gane la compasión de todos.

Pero una vez en la casa nuevamente, las cosas son muy diferentes a las que esperaba. Margot se ha casado con un neurólogo (Bill Murray) que investiga obsesionadamente un extraño desorden patológico, no obstante lo cual mantiene un romance con el vecino - un asiduo consumidor de estupefacientes (Owen Wilson), que es el mejor amigo de Richie quien, a su vez, ha estado enamorado siempre de Margot y cuya carrera tenística se encuentra en decadencia. Chas, por su parte, tiene dos hijos -Ari y Uzi, a quienes sobreprotege desde la trágica muerte de su esposa, y aún guarda enormes rencores hacia su padre. Dentro de este contexto es que Royal pondrá en marcha su plan para reconquistar a su disfuncional familia. Pero, claro, su mentira es pronto develada y, con ella, nuevos problemas y acontecimientos saldrán a la luz.

El inteligente guión de Anderson, escrito en colaboración con Owen Wilson, destaca por su constante ironía y el profundo análisis de los personajes. Abundan la extravagancias y la mayoría de las situaciones son estrambóticas y desopilantes. Más allá de eso, la narración (a cargo de Alec Baldwin) dota de seriedad a las acciones generando un interesante contraste. Otro elemento digno de destacar es la música, con una gran cantidad de temas de rock y punk de reconocidas bandas. Es así como se compone este excelente film, que tiene tanto de excéntrico (así lo indica su nombre en la polémica traducción) como de magnífico.

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miércoles, 7 de octubre de 2009

Barton Fink (USA - UK, 1991)


Habiendo incursionado provisoriamente en el género documental la semana pasada, esta semana se presenta una película singular y muy especial. Como ya se ha hecho sana costumbre, el largometraje en cuestión es creación de los hermanos Ethan y Joel Coen y se caracteriza por su gran profundidad así como por su inminente simbolismo. Magníficas actuaciones y una lograda estética complementan esta obra maestra, que catapultó a la fama a los hoy universalmente reconocidos hermanos (su film Sin lugar para los débiles es la prueba más fehaciente, aclamado por la crítica y de gran éxito comercial).

Barton Fink narra las acciones del personaje homónimo. El año es 1941. Se trata de un ambicioso escritor de obras de teatro de New York y es interpretado por el talentoso -y frecuente colaborador de los Coen- John Turturro. Su obsesión es la fiel representación en sus trabajos del “hombre común”. Cuando su última obra recoge cierto grado de aceptación del público y las críticas, recibe una oferta desde Hollywood mediante la cual le ofrecen una importante suma de dinero para escribir guiones cinematográficos. Y así parte el protagonista hacia la soleada California. A su llegada se registra en el peculiar hotel Earl. Allí conoce a su vecino de cuarto, Charlie Meadows (encarnado por el hábil John Goodman, otro habitué de los hermanos), un vendedor de seguros que parece representar el prototipo del hombre común. Barton se reúne con su empleador, un personaje memorable que le exige la realización del guión para una película de lucha libre clase B. Pero de vuelta en el hotel, los problemas comenzarán para él.

Se encuentra ante lo que se conoce como un bloqueo creativo. No puede hilvanar dos palabras consecutivas. Sólo parece poder apreciar el cuadro que decora su cuarto, en forma casi hipnótica. Es así como pide ayuda hasta dar fortuitamente con un famoso escritor al que admira. Decide abordarlo con sus dificultades, pero el consagrado artista tiene serios problemas con la bebida y prefiere delegar sus asuntos con su secretaria (que es también su amante). Es así como nace un romance entre ella y Barton. Romance que no resultará, como se puede esperar, para nada sencillo. Peor aún, el protagonista debe lidiar con un plazo para entregar el guión que se aproxima en forma implacable. Como si todo esto fuera poco, Barton recibe una visita de dos oficiales de policía que le informan que su simpático vecino no es quien parece ser. En medio de semejante caos es que el escritor deberá sortear los escollos que lo separan de su meta: la finalización, cueste lo que cueste, del ansiado guión de su debut cinematográfico que concrete su consagración…

La película, si bien es fácil de seguir (la acción transcurre en forma lineal), no es fácil de comprender. Encierra una alta dosis de simbolismo. Como toda obra vanguardista, permite una gran cantidad de interpretaciones. Cualquiera que sea la suya, querido lector, con seguridad lo dejará asombrado e impactado ante tal despliegue de talento. No puede uno forzarse en demasía a entender todo lo que sucede en la pantalla pero de seguro sí puede uno apreciarlo; después de todo, la forma es tan importante como el contenido. Más allá de esto, son innegables y evidentes las ya enumeradas virtudes del film como su desarrollo de los personajes, diálogos, actuaciones y, por supuesto, la estética visual de una época tan particular como trascendental. En síntesis, se trata de una obra maestra; un tanto surrealista, si se quiere, pero certeramente genial.

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martes, 29 de septiembre de 2009

When We Were Kings (USA, 1996)


Esta semana le propongo, querido lector, ahondar en el género documental a través de un excelente ejemplar como es la película en cuestión. Se trata del análisis de uno de los eventos deportivos más importantes de la historia, en un contexto geográfico y social fascinante, centrado en un personaje emblemático que trascendió –por diversos motivos- el ámbito meramente atlético. Si a esto se le agrega el testimonio de muchas personalidades de la época así como la presencia de grandes artistas para musicalizar las acciones, lo que se obtiene no es otra cosa que una experiencia imperdible.

Transcurre el año 1974, el campeón del mundo de los pesos pesados es el imponente George Foreman. Ha destruido a conspicuos exponentes del peso como Ken Norton y Joe Frazier, y parece francamente invencible. Sólo un hombre podría ser capaz de vencerlo, un hombre que paradójicamente ya está muy cerca del mito: Muhammad Alí. Si bien ha vencido en sus últimas peleas a los mismos rivales que el campeón, son muchos lo que sostienen que el oriundo de Louisville, Kentucky, no es el mismo que ganara el título diez años atrás todavía bajo el nombre de Cassius Marcellus Clay: ha perdido un par de peleas, su velocidad ha disminuido, sus piernas ya no parecen tan rápidas; en fin, no sólo ha envejecido -como acostumbran los mortales- sino que estuvo tres años y medio sin boxear por negarse a combatir en la guerra de Vietnam aludiendo ser objetor de conciencia (se lo impedía la religión del Islam). El controvertido promotor Don King vislumbró la posibilidad de hacer realidad el enfrentamiento y ofreció la estridente cifra de cinco millones de dólares a cada uno. Esos diez millones de dólares serían aportados por el presidente de Zaire, el coronel Mobutu, con la condición de que el combate se llevara a cabo en su capital, Kinshasa, en el corazón del África...

Demás parece mencionar la conmoción que genera el combate en el mundo y, en especial, en el ex Congo belga. Mientras los boxeadores llegan al país y comienzan sus entrenamientos previos al combate, se pueden apreciar los constantes problemas que acosan a los organizadores del mismo: la ciudad es muy precaria y no cuenta con los recursos necesarios ni la infraestructura como para sustentar semejante espectáculo y toda la parafernalia que el mismo acarrea. Además, el ambiente en las calles se encuentra enrarecido por la feroz dictadura de Mobutu. No obstante lo anterior, los días pasan y llega finalmente el ansiado momento de la gran pelea. El tiempo de las palabras deja lugar a las acciones y las imágenes hablan por sí solas, con la realidad superando a la ficción en un evento que alcanza hoy el rótulo de legendario.

La extrovertida figura de Alí acapara las acciones a partir de su ingenioso sentido del humor, su cadenciosa dialéctica y su verborragia inagotable. Es el protagonista absoluto del film, y sus carismáticas apariciones no cesan de sorprender a lo largo del mismo. Los comentarios del cineasta Spike Lee y de los escritores George Plimpton y Norman Mailer enriquecen, a su vez, los hechos con profundas observaciones acerca de los personajes y su entorno. La encendida música corre por cuenta de BB King y de James Brown. El documental peca, si se quiere, de subjetivo pues cede ante la magnética atracción generada por Alí, pero poco parece haber que refutar a esto: su estirpe es totalmente atrapante y envolvente. Lo invito a corroborarlo por su cuenta.

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martes, 22 de septiembre de 2009

Stranger Than Paradise (USA – Alemania Occidental, 1984)


Para continuar con la sana costumbre, esta semana se presenta una película sumamente especial y única, un verdadero ícono del cine independiente (o indie, en la versión aggiornada). Su director es el hoy reconocido Jim Jarmusch que, pese a continuar alejado del mainstream hollywoodense, ha forjado un renombre con obras como Flores Rotas y Coffee and Cigarettes. Se trata de una producción simple, claramente under, que logra atenuar la escasez de recursos con una propuesta original y atractiva.

Extraños en el paraíso narra las acciones de Willie, un neoyorquino que pasa sus días apostando y procurando hacer dinero fácil junto a su amigo Eddie. Interpretado por el distinguido músico y actor John Lurie (la música del film es de su autoría), este personaje disfruta de su tiempo libre, priorizando el ocio por sobre cualquier actividad laboral. Un día recibe un llamado desde Hungría, la patria de sus ya largamente olvidados ancestros, en el que se le informa la inminente llegada de su prima Eva. Si bien el destino final de ella es Cleveland (donde reside la abuela de ambos), primero compartirá unos días con él en su reducido apartamento. La noticia no es bien recibida por Willie, que no siente vínculo alguno con el lejano y desconocido país europeo y que no está dispuesto a alterar su cansino andar por la vida. Finalmente se concreta la llegada de Eva, cuyo imperfecto manejo del inglés (entre otros factores arbitrarios) irrita a su primo. Los días transcurren y, pese a los altibajos, la relación se va tornando más llevadera al punto de que durante la despedida el clima imperante es de una profusa tristeza.

Las andanzas de los socios continúan, y en un juego de cartas logran finalmente alzarse con una suma importante –amén de haberse arriesgado a incursionar en la trampa. Sin saber qué hacer, deciden emprender un viaje a Cleveland a visitar a la joven visitante húngara. Una vez allí se produce el ansiado encuentro con Eva y la abuela, que resulta ser todo un personaje, pero en breve la fría ciudad de Ohio redunda en un tedio abrumador e insostenible para los protagonistas. El destino escogido esta vez es la cálida Florida y allí se dirigen, con la novedosa compañía de Eva. Pero los hechos no siguen el curso deseado: las apuestas comienzan a flaquear y el dinero se desvanece. Los ánimos se tensan y las discusiones afloran. Cuando todo parecía perdido, un golpe de suerte estremece a los protagonistas, pero puede que sea ya demasiado tarde…

La obra, dividida en tres capítulos o actos, se caracteriza por su particular estilo de tomas únicas divididas por varios segundos de pantalla en negro. Impera una sensación constante de sencillez generada por el modo de representación austero –a través de un prácticamente ascético blanco y negro- que se sustenta en los lúcidos y acertados diálogos. No debe omitirse la relevancia del tema I put a spell on you, de Screamin´ Jay Hawkins, que hace las veces de leitmotiv aportando ritmo a las peripecias de estas tres personas en la búsqueda de…bueno, querido lector, eso que todos anhelamos pero parece tan difícil de describir y, más aún, de alcanzar. Ojalá que esta película, con sus interesantes reflexiones acerca de la soledad, la comunicación (o la falta de ella) y las ambiciones, le ayude a hacer más ameno el viaje.

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lunes, 14 de septiembre de 2009

Barfly (USA, 1987)


La película que se presenta esta semana está íntimamente relacionada con una expresión artística diferente, como es la literatura. Se trata de un guión del polémico escritor Charles Bukowski, de carácter marcadamente autobiográfico y protagonizado por su alter ego. Si bien en la escritura de Bukowski radica uno de los puntos fuertes del film, no es ese el único mérito del mismo. Por el contrario, son muchas las bondades que ofrece más allá del universo de este poeta maldito del siglo XX; en suma, se trata de mucho más que de un simple retrato o de una biografía para la pantalla grande.

Barfly narra las acciones de Henry Chinaski, un personaje muy particular que vive – o, mejor dicho, sobrevive- en la ciudad de Los Ángeles. Interpretado por el talentoso (y, por cierto, reincidente en el blog) Mickey Rourke, Henry conforma el prototipo del ser alejado del sistema: parece incapaz de poder mantener un trabajo, vive en condiciones muy precarias y carece de bienes materiales. Lo que más disfruta hacer es, lisa y llanamente, emborracharse en los bares de la ciudad y adentrarse en viajes hacia el fin de la noche. Cuando estos avatares no terminan en violentas peleas, el protagonista conoce interesantes personajes. Es así como se cruza en su camino Wanda (encarnada por la bella y experimentada Faye Dunaway), una misteriosa mujer también devota del alcohol con la que no tardará en unir fuerzas y compartir su pintoresca senda de desventuras.

Durante el día Henry se dedica a escribir relatos y poesías, mientras disfruta de su amada música clásica, que luego envía indefectiblemente -en lo que se asemeja más a un impulso instintivo que a algún tipo de genuina esperanza- a diversas publicaciones literarias. Un determinado día llega a manos de una exitosa agente literaria una de esas tantas obras y la impacta en sobremanera, a tal punto que decide publicarla en forma inmediata. Pero el problema se presenta a la hora de localizar al enigmático autor de esas líneas, ya que su andar es harto impredecible. Finalmente, no sin requerir ayuda externa, la dama lograr dar con Henry, comunicarle la grata noticia y entregarle además un sustancioso cheque como forma de pago. Como es de esperarse, el peculiar escritor causa toda una impresión en la importante mujer que no deja de admirarse por sus particulares maneras e ideales. Una cosa lleva a la otra y, en poco tiempo, se desata un nuevo romance en la vida del héroe. Cuando se quiere acordar, se encuentra viviendo en una lujosa mansión y conduciendo autos de lujo. Se ha alejado de sus viejas usanzas (no de todas ellas, por supuesto) y, conciente de ello, sabe que debe tomar una decisión relativa a dos mujeres muy diferentes que ofrecen dos estilos de vida diametralmente opuestos. Pero la decisión se demora, y un encuentro entre ambas parece inevitable…

La película de Barbet Schroeder (director de Mi secreto me condena y La Virgen de los Sicarios, entre otras) es de un estilo lacónico, casi minimalista, que triunfa en brindar sensibilidad y humanismo al personaje principal. Debajo de las extravagancias, y de las convenciones sociales que lo apuntalan como un perdedor, yace un ser humano -con todo lo que ello implica- en la más difícil de las búsquedas: la de sí mismo. La tristeza y la soledad de los diferentes ambientes donde él se desenvuelve son logradas a la perfección, y una inminente sensación de melancolía puebla la pantalla en forma unánime. Ayuda a alcanzar esta unívoca y oscura nostalgia, por su parte, la tímida presencia de la música que sólo se hace presente en determinados pasajes puntuales y en forma excelentemente sincronizada con las acciones. Barfly resultará sin dudas una pieza de cabecera para los amantes de Bukowski, pero puede (y debería, querido lector) ser apreciada por cualquier seguidor del séptimo arte ajeno, incluso, a la esfera de influencia del crudo escritor.

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lunes, 7 de septiembre de 2009

The Cook, The Thief, His Wife & Her Lover (UK - Francia, 1989)


Dando por finalizada, en forma meramente provisoria, la incursión en la obra de la familia Coppola de las semanas pasadas es que se presenta ahora la película en cuestión. Se trata de una interesante producción artística, dirigida por el excéntrico Peter Greenaway, que posee una variedad de elementos distinguidos y significativos que le aportan unas características únicas e impactantes. El resultado es un film tan asombroso como original, en el que se requiere la devoción de todos los sentidos para una apreciación plena.

El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante narra las acciones del matrimonio conformado por Albert y Georgina Spica. El primero (interpretado por Michael Gambon en una deleitable lección de actuación) es un ser malvado e inescrupuloso, dueño de un exclusivo restaurante, que carece de cualquier tipo de modales o sentido de honor en la vida y, menos aún, en los aspectos relativos a los negocios. La mujer de esta personificación del mal es encarnada por la experimentada Helen Mirren, y se muestra como una dama educada y sensible en contraste con su infame marido. Mientras este último impone un régimen de terror en su fastuoso restaurante y boicotea cualquier indicio de competencia a través de sus matones, Georgina comienza a fijarse en un cliente habitual que digiere las delicias del chef francés siempre en compañía de libros. Es así que Michael, tal el nombre del lector misterioso, repara a su vez en ella dando comienzo a un apasionado romance. Los primeros encuentros se desarrollan en el mismísimo local, con la complicidad del staff –liderados por Borst, el chef galo- que no siente precisamente una gran afinidad por el jefe.
El romance continúa, pese a las alarmantes sospechas del señor Spica, y el espectador descubre cómo Michael, que dedica su vida a los libros, se erige en la némesis total y absoluta del marido de su amante. Pero el idilio no será eterno: finalmente la aventura es descubierta y las consecuencias, como puede intuirse, son de carácter sangrientamente trágico. No obstante, Georgina ha experimentado el edén amoroso, ese sentimiento inexplicable pero certero que no olvidará jamás y que le hace sentir ahora sólo repulsión hacia su esposo. Una única idea existe en su mente y esa es la de venganza. De esta forma gestará ella un deslumbrante y apoteótico plan para vengar a su amado y enseñarle a su marido una lección eterna y elocuente, paradójicamente en el lugar que menos lo espera y donde más cómodo y a gusto se siente…
La singular película de Greenaway cuenta con unos ambientes desarrollados en forma exquisita, que semejan grandilocuentes puestas de escena del mundo del teatro y la arquitectura. Los colores tienen una gran influencia en las imágenes, variando su influjo según las locaciones. En el restaurante se divisa un imponente cuadro del pintor flamenco Frans Hals que irradia su contenido en todas direcciones, dotando al film de un extraño sentido pictórico. Esto se logra también por la excelente fotografía, así como por el distinguido vestuario (creado por el diseñador francés Jean Paul Gaultier) que remiten a otra época. En parte es esta sensación de anacronismo la que destaca la obra y la hace tan deslumbrante, sin olvidar el aporte de otro elemento fundamental como es la música: en este caso, se trata de una banda sonora deliciosa que complementa a la perfección la crudeza y belleza de las acciones. En resumidas cuentas, querido lector, se trata de una exaltación de la estética digna de los más puros placeres oníricos de la que no debería privarse bajo ninguna circunstancia.

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domingo, 30 de agosto de 2009

Rumble Fish (USA, 1983)


Una picardía. No parece haber mejor manera de describir el hecho de haber presentado, en las semanas anteriores, películas de Sofía y Roman Coppola e ignorar posteriormente a su padre. Con el fin de atenuar la mencionada injusticia es que le propongo, querido lector, este film de Francis Ford Coppola en particular. Se trata probablemente de su trabajo más personal e íntimo, de una de auténtica obra experimental en la que el director se permitió plasmar libremente sus ideas y lograr así un flujo permanente de exaltación y éxtasis visual plagado de un talento tan único como genuino.

Si bien Rumble Fish narra las acciones de Rusty James (interpretado por un jovial Matt Dillon), el personaje más trascendental de la película es su hermano. The Motorcycle Boy (encarnado por el genial Mickey Rourke) es una leyenda, un mito que ha dejado la ciudad hace ya algún tiempo pero del que todos siguen hablando. En especial Rusty, que carga sobre sus hombros la ardua responsabilidad de mantener viva la llama y la reputación de ese personaje enigmático cuyo meritorio accionar pasado es un misterio para el espectador. Si bien está sumamente orgulloso de su hermano, a quien admira profundamente, también ansía con fervor la oportunidad de demostrar que también él es digno de reconocimiento y respeto. Para ello, se involucra constantemente en peleas callejeras que no le traen más que problemas con su novia (la bella Diane Lane) y con el pintoresco alcohólico de su padre (Dennis Hopper). De esta manera transcurren los días de Rusty James en forma monótona y casi sistemática…

Hasta que un día el hijo predilecto de la ciudad regresa a casa. La aventura californiana de the motorcycle boy ha llegado a su fin, pero parece haber marcado profundamente al oscuro y taciturno héroe. Algo ha cambiado en él. Ya no le interesa la fama ni el clamor popular. Lo que más parece preocuparle es ver a su hermano menor intentando seguir sus pasos, adentrándose en un mundo de violencia del que es muy complicado salir. Él lo sabe mejor que nadie: ese camino no lleva a ningún lado, su voluntario éxodo concluyó con un regreso con más pena que gloria. La faena de encausar adecuadamente a Rusty no es de por sí sencilla; para colmo de males, debe lidiar con su propios fantasmas representados por sus sempiternas y bien ponderadas dudas existenciales así como con problemas físicos tanto en su vista como en sus oídos. Sin olvidar los cuidados que requiere su padre en una indulgente lucha por alcanzar la sobriedad, y que un policía de la ciudad (testigo de su furioso pasado) está acechándolo constantemente. Los caminos se van haciendo cada vez más angostos para los hermanos, y no parece haber una salida posible que permita llegar a ver la luz al final del túnel.

La obra de Coppola irradia una absoluta belleza visual, alcanzando pasajes de una estética sublime. Filmadas en un elegante blanco y negro, las estilizadas imágenes presentan efímeros momentos de color cargados de un fuerte simbolismo, presente a lo largo de la totalidad del film. La música, por su parte, encaja a la perfección con el desarrollo de los hechos, generando un clima de tensión que envuelve –y hasta ahoga- progresivamente al público. De esta manera se logra una atracción, casi magnética, generada por la esencia indescifrable de the motorcycle boy así como por las exquisitas visiones del mundo en que se desenvuelve.

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viernes, 21 de agosto de 2009

The Virgin Suicides (USA, 1999)


En la última entrega nos adentramos –ojalá lo recuerde, querido lector- en la familia Coppola y su importancia en el mundo del cine. De hecho, se presentó una película de Roman. Hoy, por su parte, es Sofía Coppola la directora del film en cuestión. No se trata de un burdo intento publicitario o de otra índole para promocionarlos, sino que simplemente el talento familiar es tan admirable como innegable. Eliminado cualquier indicio de suspicacia, resulta conveniente aclarar que es inminente la aparición de otro Coppola en un post futuro...

Las Vírgenes Suicidas constituye el debut direccional de Sofía. Las acciones transcurren el algún lugar del estado de Michigan durante la década del 70. Podrá parecer un tanto indefinido, pero esos datos no tienen relevancia alguna en el film puesto que el tema del mismo es el análisis de la adolescencia que, como todos sabemos, es –entre otras cosas- universal y atemporal. La adolescencia que concierne a la película es la de las cinco hermanas Lisbon, hijas de un absorto padre, maestro de colegio, y de una estricta y rígida madre (interpretados con gran solvencia por James Woods y Kathleen Turner, respectivamente). Las jóvenes poseen todas una gran belleza física que, como es de esperar, genera la admiración y veneración de sus compañeros masculinos de colegio. Ellas disfrutan de una acomodada situación económica, sin carencia material alguna, y también socio - cultural. Pero aparentemente esto no es suficiente para ellas: la menor, Cecilia, ha cometido un intento de suicidio. A partir de este hecho, todo comenzará a derrumbarse en la familia…

Es, precisamente, un grupo de compañeros de colegio el que narra las acciones desde su perspectiva y por que el espectador descubre los acontecimientos. Los padres responden rápidamente ante el acto de su hija, y la envían a un especialista (Danny DeVito) que resulta por demás indiferente. Deciden entonces organizar una fiesta para Cecilia, pero las cosas no resultan como planeadas y la joven concreta finalmente su anunciado suicidio. Esto desata una obsesión en los sobreprotectores padres respecto del cuidado de sus hijas restantes, reduciendo al máximo las apariciones públicas de las mismas y limitando, incluso, su presencia en el colegio. No obstante, los muchachos (liderados por Josh Hartnett) logran finalmente convencer a los padres de que permitan a las chicas asistir a una fiesta. Pero una de ellas, Lux (Kirsten Dunst), no cumple con el horario de vuelta establecido en forma casi sagrada. Los padres reaccionan entonces con dureza: se decreta un confinamiento de las hermanas al hogar familiar, sin absolutamente ninguna posibilidad de salida. Puede intuirse lo arduo que puede resultar un castigo tal para cuatro mujeres a una edad crítica. Tanto es así que la situación arrastra a las chicas a idear un plan macabro y siniestro del que sus fieles seguidores varones serán cómplices aún sin darse cuenta de ello.

El film logra, merced a la capacidad de Sofía Coppola, adentrar al observador en el delicado mundo de la adolescencia. La apremiante soledad, la visión sesgada del mundo y la futilidad en la búsqueda de respuestas son retratadas aquí con verdadera maestría. Las imágenes sobrias, junto con los colores tenues y una asombrosa banda sonora, generan una atmósfera etérea propia de un mundo de fantasías y sueños, aunque en este caso se esté más cerca de las pesadillas…

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jueves, 13 de agosto de 2009

CQ (USA – Italia – Francia - Luxemburgo, 2001)


Que la familia Coppola es una de las más importantes de la industria cinematográfica no es ninguna novedad. Francis Ford es un multipremiado director, creador de clásicos inolvidables como la trilogía de El Padrino, Apocalipsis Now y La Conversación. Sofía, su hija, alcanzó la fama también como directora con Perdidos en Tokio y la afianzó con su representación de María Antonieta. Su sobrino no es otro que el aclamado actor Nicholas Cage (Adiós a Las Vegas, El ladrón de orquídeas, Los tramposos). Sin embargo, en la película que se presenta hoy es otro el Coppola que figura en los créditos...

Su nombre es Roman, y es otro hijo de Francis F. Como es de esperar al reparar rápidamente en sus ilustres parientes, también él está involucrado en el negocio familiar de dirigir películas. En este caso se trata de su ópera prima y hasta el presente único largometraje: CQ. En él, se muestra como un genuino amante del séptimo arte que se permite, con el pretexto de narrar una historia, brindar un homenaje al mismo cine per se, su heredada pasión. Es así como las imágenes van generando un deja vu tras otro en el espectador, introduciéndolo en un mundo lleno de nostalgia y recuerdos que incluye reminiscencias de escenas de Godard, Fellini, Vadim, Buñuel, Polanski, Kubrick y Welles entre otros. Este bombardeo constante de alusiones a los grandes maestros de la pantalla grande es lo que otorga la originalidad al film, dotándolo de una personalidad tal que llega a generar una obsesión por el detalle y un entusiasmo en la apreciación de la película que, sin duda, es muy difícil de alcanzar y, más aún, de lograr mantener. Se trata, en resumidas cuentas, de una película – homenaje; de un verdadero festín para los amantes del cine.

CQ narra las acciones de Paul, un editor de cine que se encuentra en París trabajando en una película de ciencia ficción de clase B durante el año 1969. Él disfruta de filmarse a sí mismo a diario, en simples escenas de la vida conyugal. La relación entre el director de la película (un histriónico Gérard Depardieu) y el productor (un, por su parte, ampuloso Giancarlo Giannini) se hace insostenible, a punto tal que el primero renuncia. Un nuevo y excéntrico director (Jason Schwartzman) asume la tarea, pero su frenético estilo de vida lo aleja, también a él, del set de rodaje. Es así como se le otorga la responsabilidad de dirigir lo que resta del film a Paul, que debe lidiar con las presiones del productor por conseguir un final impactante y, además, con una inexorable atracción hacia la bellísima protagonista, que se hace cada más difícil de sostener. Pero no terminan ahí sus problemas: la relación con su novia está en franca decadencia, está muy lejos de su añorado hogar, no sabe bien qué es lo que está haciendo ni lo que quiere en la vida…En fin, las ya conocidas dudas existenciales que todos experimentan tarde o temprano…no lo cree Ud., querido lector?

En este deleite para los cultores del cine, se recrean pasajes de El Desprecio, La Dolce Vita, 8 y ½, Barbarella, Dr. Strangelove y muchos otros clásicos que ciertamente lo mantendrán en vilo y al acecho de los que –intencionalmente acaso?- he omitido, sin dejar de perder pisada a las andanzas del héroe y sus peculiares aventuras.

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miércoles, 5 de agosto de 2009

Edición especial: Into the Night (USA, 1985) / After Hours (USA, 1985)

Sí, querido lector, esta semana son dos las películas que se presentan. Porqué? Podría argumentar un sinfín de razones –siendo, quizás, la más atractiva de ellas el hecho de que el blog cumple la temprana edad de un mes de vida- pero lo cierto es que ambas películas tienen mucho en común. Tanto, que no se justifica una descripción para cada una por separado. Y como dejar alguna de lado sería una elección comparable a la de Sophie Zawistowski, es que se opta por entregarlas juntas, a la vieja usanza de los double features.
Lo primero que se hace evidente es que los dos films son del mismo año, promediando una década de los 80s que, como cualquier otra, tuvo sus características particulares y bien definidas. Las mismas son evidentes aquí, a tal punto que basta con un pantallazo para concluir: que ochentoso! Las acciones, que transcurren en el lapso de una sola e iconoclasta noche, comienzan cuando los protagonistas (cabe destacar a Jeff Goldblum en ITN) conocen cada uno a una mujer que les cambiará sus planes para el resto de la velada. Las mismas son interpretadas por la exquisita Michelle Pfeiffer en ITN y por la no menos impactante Rosanna Arquette en AH. No es que se trate de un arranque de misoginia o de la explosión de un machismo latente, pero ya nada será lo mismo para los mencionados personajes cuando conozcan a las bellas damas en cuestión: las mismas desatan un frenesí de situaciones desopilantes y de aventuras insólitas, muy diferentes a los que ellos están acostumbrados…
Sendos protagonistas llevan una vida monótona, regida por una rutinaria vida de oficina y carente de cualquier indicio de exabruptos. En pocas palabras, se encuentran absorbidos por una existencia inmiscuida en la burocracia y atrapada en la burguesía a la que pertenecen. Pero ellos lo saben, están conscientes de ello y a la espera de una oportunidad que les permita adentrarse en un mundo de acción, lleno de incertidumbre y alejado de las seguridades domésticas cotidianas. Como se ha mencionado, ese inconformismo se ve saciado con la aparición de las jóvenes problemáticas que llevan un existir diametralmente opuesto al de los hombres. Ellas están afuera del sistema y llevan una marcha enigmática y errática por la vida, marcha que se alterará al cruzar su camino con el de los protagonistas. La colisión que se produce entre tales idiosincrasias genera contrastes que alimentan la esencia de las dos películas, dotándolas de interesantes y entretenidas secuencias cargadas de un humor ingenioso y peculiar. La excentricidad de los hechos pone en el camino de los protagonistas un despliegue de personajes extravagantes que aportan una gran dinámica a la pantalla, enriqueciendo aún más la ya de por sí atrapante relación de los personajes masculinos con sus opuestos femeninos.
After hours cuenta con la notable dirección del laureado Martin Scorsese y permite disfrutarlo en un género que no es habitual en él. Su accionar se hace evidente a la hora de manejar las cámaras y lograr momentos de gran impacto visual. Por su parte, Into the night ofrece un desfile de personajes emblemáticos del mundo del espectáculo en breves apariciones, muchas veces incluso sin decir palabra alguna (conocidas como cameos), que incluyen a David Bowie, David Cronemberg, Jonathan Demme, Don Siegel, Roger Vadim, Carl Perkins y algunos más, que le corresponderá encontrarlos a Ud…

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martes, 28 de julio de 2009

Dazed and Confused (USA, 1993)

“Me suena, me suena…ese nombre lo conozco de algún lado” puede estar pensando el lector en este momento –y, más probablemente aún, si es un aficionado al rock. Se trata, de hecho, del título de una canción que popularizase Led Zeppelin. Si bien el film se conoce en español como “Jóvenes desorientados”, una traducción un tanto más literal podría ser “aturdidos y confundidos” que, como se verá, es una condición que comparten gran parte de los protagonistas. Pero de ninguna forma la duplicidad del nombre se trata de una casualidad o una coincidencia sino que el rock es un ingrediente clave de la película…
La acción transcurre el último día de clases en un colegio más de los tantos que hay en los Estados Unidos. El año es 1976 y el país se prepara para festejar sus doscientos años de vida. Podría asumirse que este hecho conduce a la reflexión a los jóvenes y adolescentes que pueblan las clases, eternamente considerados el futuro de las naciones; es decir, los responsables por el acontecer de la patria. Sin embargo, los personajes desarrollados por el director y guionista Richard Linklater (quien alcanzara la fama por la saga “Antes del Amanecer” y “Antes del Anochecer”) no se muestran muy preocupados ni alterados por el hecho antes mencionado. Más aún, sólo parece importarles disfrutar del presente sin reparar en el devenir ni en los deberes y obligaciones futuras.
Pero, claro, ese disfrutar del presente no implica lo mismo para todos los estudiantes. Cada cual, o mejor, cada grupo lo hace a su manera. Así, y en eso radica uno de los puntos fuertes del film, se muestran las diferentes perspectivas según los diversos grupos. Más allá de los estereotipos infaltables (los deportistas, los nerds, los fumadores de marihuana, los amantes de autos), lo interesante de la película es cómo muestra las interacciones dentro de cada uno de los grupos, entre los individuos que los componen. En este caso, además, se va más allá de aquello y se muestran también los tratos entre los distintos conjuntos y la dinámica que rige las relaciones entre estos muchachos y muchachas tan disímiles y, a su vez, con tanto en común. La responsable de otorgar sentido, rumbo y cohesión a esta narración es la banda sonora. Fiel representante del espacio / tiempo en cuestión, constituye un compendio esencial del rock de principios y mediados de los 70s. Se hace presente, con notable criterio y oportunismo, en cada situación que amerita un vínculo entre los protagonistas o para encadenar los diferentes sucesos y acontecimientos.
Como dato curioso e interesante, se puede mencionar la presencia de un joven Ben Affleck en el papel, muy bien logrado por cierto, del más veterano de los estudiantes: ése que no es muy brillante, que ha repetido varias veces y que parece disfrutar de sobremanera hostigando a los alumnos nuevos o más jóvenes. También se puede identificar a Matthew McConaughey en otra exhibición de talento, representando a un egresado y ahora trabajador cuyas prioridades son los autos y las chicas que aún asisten al colegio. Y, por último, otra presencia que vale la pena destacar es la de la bella Milla Jovovich en un papel –debe reconocerse- prácticamente irrelevante pero acorde al film: basado en la estética y, si se quiere, en la importancia de la inacción…

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martes, 21 de julio de 2009

The Adventures of Sebastian Cole (USA, 1998)


En la segunda entrega de este reciente blog se presenta una película un tanto más personal y, si se quiere, subjetiva que la anterior en cuanto a sus atributos. No por ello deberían dejar de verla; por el contrario, es muy probable que alguno de los detalles que ornamentan y caracterizan el film los atrapen y seduzcan como lo hicieron con quien escribe. Se trata de una película con un agudo sentido del humor, una exquisita banda sonora y un vestuario acorde a 1983 (año en que transcurre la acción), con todo lo que ello implica.

Como su título lo sugiere, The Adventures of Sebastian Cole narra las acciones del mismísimo Sebastian Cole. El se encuentra cursando su último año de colegio secundario y, como puede esperarse, presenta las mismas dudas e inquietudes que cualquier joven de su edad y en su situación. Lo único que diferencia claramente a Sebastian del resto de los estudiantes es, quizá, su familia. Su madre acaba de separarse de su segundo marido, lo cual no tiene nada de extraño excepto por la razón del divorcio: su marido Hank ha decidido someterse a una operación para cambiarse de sexo. No sólo eso, sino que va a comenzar el proceso vistiéndose con ropa de mujer y haciéndose llamar Henrietta. Como puede fácilmente intuirse, el anuncio genera el caos en la familia: la hermana de Sebastian huye con su novio en moto mientras que él es arrastrado a Inglaterra por su escandalizada madre….

La vida en la isla anglosajona no seduce al joven, quien decide emprender su regreso. Es así como retorna al pueblo de Dutchess County, más específicamente a la casa de Henrietta. Sebastian ha decidido embarcarse en tantas aventuras y faenas como sea posible, con la idea de que las mismas sean capaces de generar relatos y anécdotas que alimenten sus ansias de ser un reconocido escritor. Mientras transita las mencionadas vicisitudes (son las mismas que dotan de personalidad y originalidad al film por sus estrambóticas peculiaridades -dentro de la inminente banalidad de la vida en una pequeña cuidad), debe a su vez lidiar con su desesperación por finalizar el colegio –aún si no sabe bien con qué fin- y con el hecho de aceptar como imagen paterna y de autoridad a un transexual, con el que mantiene una relación inestable. No resulta difícil intuir que las dos últimas circunstancias aportan de por sí material de lujo para las andanzas del héroe.
El protagonista se enfrenta con el harto conocido dilema de quien vive en un poblado y desea abandonarlo a la mayor brevedad posible porque ha visto un mundo diferente y sabe que hay algo más allá. Sin embargo, llegado el momento no resulta tan fácil la decisión: casi sin darse cuenta, se han desarrollado entre Sebastian y el pueblo vínculos fuertes, más fuertes quizás de lo que él mismo esperaba: sus amigos, su familia (o lo que queda de ella), la chica con quien sale…después de todo, irse adónde? En busca de qué? Y aquí, querido lector, requiero de su ayuda porque lamentablemente no tengo la respuesta a tales interrogantes….Ojalá que usted sí.

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miércoles, 15 de julio de 2009

Buffalo ’66 (USA, 1998)


No es casualidad que haya elegido este film para darle comienzo a este incipiente blog. Más allá de ser en lo personal una de mis películas preferidas, es innegable su calidad desde cualquier punto de vista mínimamente racional y objetivo. No es que busque generar adeptos ipso pucho, pero siempre es bueno comenzar con el pie derecho.
Buffalo 66 narra las acciones de Billy Brown, quien acaba de salir de prisión. Interpretado magistralmente por Vincent Gallo (quien, además, escribió y dirigió el film), Billy es un joven problemático, claramente traumado y resentido que se reencuentra con la libertad prácticamente contra su voluntad. No tiene qué hacer ni adónde ir. Su único amigo es un otario (por emplear un término tanguero y que sirve para camuflar un eufemismo que el lector podrá develar al ver la cinta), sus padres son por demás excéntricos y no tiene una novia esperándolo en casa. Se reconforta hostigando a su amigo Rocky, jugando al bowling o recordando a su amor de la secundaria. Su única motivación es la venganza, que en su caso se personifica en el jugador del equipo de Buffalo que años antes erró la conversión final en el Súper Bowl. Resulta que Billy había apostado fuerte (más de lo que tenía) al triunfo, y el resto…pueden imaginárselo.
Billy opta entonces por visitar a sus padres, pero para impresionarlos decide llegar acompañado de su novia (a quien secuestra minutos antes). La bella Layla es interpretada por la versátil Christina Ricci y enseguida deja verse atraída por las insólitas demandas de su secuestrador. Pero claro, ella es muy poco para un galán como Billy, quien siempre estuvo acostumbrado a las mejores mujeres. Durante la visita transcurren quizás las escenas más memorables del film, gracias al aporte de una irreconocible Anjelica Huston como la madre y de un soberbio Ben Gazzara como el padre. Ellos permiten claramente al observador identificar de dónde vienen las inseguridades del otrora vil y taimado (comienza a gestarse un sutil pero certero cambio en la percepción del espectador) Billy.
Finaliza la visita y Billy decide llevar a cabo su plan de venganza contra el ahora decadente ex jugador Scott Woods. El problema es que Layla no quiere alejarse de él, obligándolo a tomar una decisión: o lleva a cabo su idea, con todo los riesgos que ello implica, o deja atrás el pasado y enfrenta –por primera vez acompañado- un futuro que tiene algo, por más pequeño e insignificante que parezca, de promisorio.

Para finalizar, me gustaría dejar en claro qué es lo que me gusta tanto acerca de esta película. Y eso se lo debo al Sr. Gallo. Su encarnación en Billy Brown desata un personaje sumamente único; es caprichoso, vanidoso, egoísta y lunático pero aún así genera una estupefacta admiración que proviene del reconocimiento de uno mismo en esa misantropía que, si bien es exagerada, está presente en ciertos momentos de toda vida. Será, quizás, porque desde su interior Billy (aunque por momentos cueste bastante notarlo) produce la mencionada empatía es que deseamos que deje de lado su plan y se quede con Layla para comenzar de nuevo, pero…

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