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martes, 22 de junio de 2010

La Pianiste (Alemania – Austria – Francia, 2001)


Las películas de Michael Haneke no suelen pasar desapercibidas. Pertenecen a esa casta –privilegiada, si las hay- que trasciende los gustos y opiniones personales para rendirse ante la evidencia: se está ante un eximio explorador de la naturaleza humana. De sus aspectos más oscuros y retorcidos (sí, hay que reconocerlo); pero humanos al fin. En este caso se basa en un escrito de la austríaca Elfriede Jelinek, ganadora del Premio Nobel, para dar forma a una trastornada historia de amor. Porque, en el fondo, se trata de eso. Más allá de que los protagonistas tengan una visión diferente acerca del mismo. Visión que, como se verá, irán modificando con el tiempo hasta descubrir sus facetas más recónditas e impredecibles.

La profesora de piano narra las acciones de Erika Kohut (interpretada por Isabelle Huppert, en una performance inolvidable). Ella es una reconocida intérprete de aquel instrumento, a tal punto que da clases en la prestigiosa academia local. Estricta, seria y fría, su vida gira en torno a su gran pasión: la música. De edad madura, es soltera y vive con su madre, con quien mantiene una extraña relación de absoluta y opresiva sumisión, originada en una sobreprotección extrema. Su vida profesional es un éxito, es sumamente respetada y admirada por propios y extraños. Pero su vida personal es un tanto diferente. Ajena al amor, prácticamente desconoce la existencia del término. En cuanto a su vida sexual, se reduce a espiar parejas o a frecuentar antros donde se vende y exhibe pornografía. Hasta que un día un apuesto joven comienza a interesarse en ella.

Walter Klemmer es un estudiante de ingeniería, con gran afición por el piano. Un día, en una reunión, conoce a Erika y queda profundamente impresionado. Pese a la indiferencia y al desprecio que ella le demuestra, él no está dispuesto a bajar los brazos. A tal punto, que se presenta en la academia con la intención de ser su alumno. Es aceptado, y su obsesión crece. Ella, por su parte –y a su manera- comienza a ceder ante las demostraciones de amor de su discípulo. Hasta que, finalmente, se produce el ansiado encuentro. Pero el mismo tiene poco de ortodoxo y romántico. “No tengo sentimientos” advierte en un punto la profesora. Pero el joven no quiere, o no puede, escucharla. Está convencido de, en alguna parte, la mujer esconde un lado tierno y sentimental. Sólo es cuestión de encontrarlo. Pero el tiempo pasa, y la situación no cambia. De a poco la mente del estudiante comenzará a ensuciarse, a impregnarse de esa cruda violencia que exhibe su amada. Hasta el punto tal, que se decide a acatar las perversas reglas de Erika. Se encuentra ahora irrevocablemente alienado, y nada bueno podrá resultar de ello.

¿Qué es el amor? Pregunta difícil si las hay, querido lector. “El amor es una maravillosa flor, pero es necesario tener el valor de ir a buscarla al borde de un precipicio”, afirma Stendhal. Walter Klemmer puede dar fe de ello, sin duda alguna. Pero también su profesora de piano. A su manera, ella lo amó. Después de todo, es la única forma que ella conocía de amor. ¿Es acaso su culpa? De alguna forma (que no conocemos, y que Haneke –brillantemente- no se preocupa en mostrar) llegó a convertirse en ese ser. En su mente, infectada de pornografía y sexo escatológico, esa es la única forma de expresión física amorosa. No existe otra cosa. Lamentablemente, pagará un alto precio para descubrir que la realidad dista mucho de aquello.

Publicado por BC