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domingo, 20 de febrero de 2011

Bellamy (Francia, 2009)


Otro de los grandes directores que el agonizante 2010 ha decidido llevarse consigo es el francés Claude Chabrol. Se destacó esencialmente en el thriller, al punto de que su nombre se ha transformado en referencia obligada para los cultores del género -junto con, por ejemplo, el de Hitchcock o el De Palma. Como ellos, se caracterizó por manejar el suspenso con maestría pero, además (y distanciándose un tanto de aquellos), alcanzando niveles de tensión psicológica muy elevados. Es posiblemente aquí donde radique su mayor virtud; al localizar el misterio en la mente de sus personajes alcanzó un alto grado de sutileza y distinción, que le otorga una plusvalía a su prolífera obra. La película que se presenta es la última de su repertorio y, aunque no sea necesariamente por esa causa, refleja fielmente su quehacer artístico.

Bellamy narra las acciones del inspector parisino Paul Bellamy (un sólido desempeño de Gérard Depardieu). El mismo se encuentra de vacaciones en Nimes, como de costumbre, junto con su esposa Françoise. Hasta que la costumbre se ve alterada por un par de hechos. Por un lado, un extraño hombre local lo contacta en relación a un confuso caso de homicidio (con intento de estafa a la compañía de seguros incluido); por el otro, llega de imprevista visita su problemático medio hermano Jacques. Ambos eventos pondrán fin a la tranquilidad de la pareja, y despertarán viejos fantasmas y rencores entre los protagonistas.

A medida que, casi involuntariamente y contra su voluntad, el protagonista comienza a investigar el caso, comienza también a gestarse en su interior una obsesión desmedida por el mismo. Pese a estar de franco, y fuera de su jurisdicción, el reconocido detective no puede con su genio y pronto se ve involucrado en el crimen, incluso a niveles que no desearía alcanzar. La presencia de su aciago hermano –que tiene serios problemas con la bebida y el dinero, por su parte, no lo ayuda en lo más mínimo: entre ambos hay muchos asuntos sin resolver, que penden de un pasado oscuro que parece haber afectado más a uno que al otro. Aunque, como se irá desarrollando en las acciones, lo que “parece” a simple vista dista mucho de lo que en verdad experimentan los personajes.

Es así como la obra avanza sobre esas dos cuestiones, ligadas a través del personaje principal con un gran dinamismo y cadencia por parte del director. El transcurrir de los minutos va develando información relevante, manteniendo siempre una poderosa ansiedad en el espectador. No se trata aquí de resolver quién hizo qué sino más bien de entender el cómo, y el porqué. Lo que se le ofrece, querido lector, es un viaje a las mentes de una familia en apariencia común y corriente pero con muchas cuentas pendientes. Pero, ¿no esta una muestra inequívoca, acaso, de lo común y lo corriente? Todas las familias tienen sus ovejas negras y sus temas tabú, y los Bellamy no son la excepción. Lo que no comparten todas, en cambio, es la forma en la que lidian con los problemas y cómo los afrontan. Y en esto, una vez más, los integrantes de esta historia tampoco son la excepción.

Publicado por BC