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jueves, 25 de marzo de 2010

4 luni, 3 saptamâni si 2 zile (Rumania, 2007)



El aborto es un tema delicado. No se necesita ingresar a un blog de cine para confirmarlo. Hay quienes lo defienden a capa y espada y están también aquellos que lo combaten acérrimamente. Muy pocos le son indiferentes. Sendas posturas tienen sus argumentos, que no corresponde analizar aquí y ahora. En lo que probablemente todos estén de acuerdo, es en que se trata de una experiencia traumática para cada uno de los involucrados. De eso, ni más ni menos, se trata la película que se presenta. Con un fascinante aliciente adicional, constituido por el contexto: un país comunista, satélite europeo de la URSS.

4 meses, 3 semanas y 2 días narra las acciones de Otilia, una estudiante universitaria en Rumania. El año es 1987, el férreo régimen soviético somete a la nación. La joven tiene un largo día por delante: su compañera de cuarto, Gabita, se estará efectuando un aborto por la tarde y necesita de su ayuda. De hecho, Otilia debe encargarse de la gestión del mismo casi en su totalidad puesto que su amiga –si bien es muy bella- no destaca por su inteligencia. Demás está señalar que la actividad es ilegal, y que las consecuencias que ambas podrían enfrentar, de ser descubiertas, serían trágicas. Las de tener un hijo soltera bajo el régimen no distaban mucho de serlo, tampoco. Así, la pantalla se va plagando de tensión con cada movimiento de la protagonista. La atmósfera que se genera, ya de por sí represiva, se torna genuinamente asfixiante.

El punto de clímax se alcanza cuado hace su aparición Bebe, el doctor encargado de llevar a cabo la operación. Se trata de un personaje repugnante, paranoico y sádico que abusa de la situación para obtener beneficios personales. No obstante, cada una de sus apariciones genera una atracción casi irresistible: sus modos y su idiosincrasia dejan estupefacto al espectador, como quien se encuentra ante un ser real (es de carne y hueso), pero a su vez anacrónico y ficticio aunque sin caer en lo inverosímil. Afirmar si ese tipo de seres son producto del comunismo o no escapa al fin de esta obra. No se trata, en la misma, de juzgar sino de mostrar. Y de mostrar sin emitir juicio, con una fidelidad digna del género documental. No se envían mensajes a través de los personajes, ni se pretende adoctrinar a quien contempla la cinta con moralejas. Se trata de un fiel reflejo de una época determinada, en lugar determinado. Las conclusiones corren a cuenta de cada uno.

Dicho esto, debe advertirse que las imágenes seguramente lo acompañarán hasta bastante tiempo después de haberlas visto. Y que su cabeza rebalsará de conclusiones. Pero serán, como está previsto, propias y ajenas a cualquier influencia. La extraordinaria creación de Cristian Mungiu se presenta como una revelación de un tiempo y un espacio lejanos para muchos, no tanto para otros. Pero desconocido para la mayoría. Un tiempo que paradójicamente se concibe como la “edad de oro” por la administración soviética, cuyo poder estaba representado en Rumania por Nicolai Ceaucescu, mientras que para otros se trata de épocas nefastas, a las que urge sumergir en el olvido. Queda claro que todo, querido lector, depende del cristal con que se lo mire. ¿No lo cree usted?

Publicado por BC