Ya estás cansado del pochoclo? En busca del buen cine tiene la solución... CINE EN SERIO

lunes, 31 de mayo de 2010

Slums of Beverly Hills (USA, 1998)


Una comedia. Una propuesta que, a priori, puede parecer un tanto light. Y quizás lo sea, especialmente en comparación con la película anterior. No obstante, querido lector, es a través de sus ingeniosos diálogos y de su refinado sentido del humor que logra destacarse por sobre otros títulos del género. Se trata del primer largometraje de Tamara Jenkins, que alcanzaría el reconocimiento y la fama casi una década más tarde con La Familia Savage. De marcado tinte autobiográfico, la obra indaga en la adolescencia de una joven perteneciente a una familia –disfuncional y judía- en el Beverly Hills de los 70s.

Suburbios de Beverly Hills narra las acciones de Vivian Abromowitz (interpretada por Natasha Lyonne), única mujer entre dos hermanos –Rickey y Ben- y un padre divorciado, Murray (Alan Arkin). La situación económica de la familia no es buena, ya que la venta de autos a la que se dedica este último se encuentra estancada por la entrada al mercado de modelos japoneses. Pero, recibiendo ayuda frecuente de su solvente hermano Mickey, se las ingenia para mantener la familia en el exclusivo barrio de Los Ángeles y poder enviar a sus hijos a los colegios públicos del mismo. Es así como desarrollan un modo de vida nómade, mudándose de un departamento barato a cualquier otro que pueda aparecer a mejor precio. Es en este contexto que Vivian enfrenta los dramas de la adolescencia: el despertar sexual, nuevos sentimientos frente a un extraño vecino que le gusta, la incomprensión y el aislamiento, el desarrollo de unos senos prominentes… Como si esto fuera poco, se le agrega uno nuevo: cuidar a su prima Rita (interpretada por la bella y talentosa Marisa Tomei).

Rita acaba de escapar de un centro de rehabilitación por sus problemas con las drogas y el alcohol. No sabe qué hacer con su vida, es irresponsable y peligrosa. Pero es la hija de Mickey. Murray decide entonces tomarla bajo su tutela y la envía a una escuela de enfermeras, asegurándose el mecenazgo por parte de su hermano. Pero las cosas no serán sencillas en casa con la nueva integrante. Ben está obsesionado con convertirse en un actor famoso. Rickey, por su parte, sólo desea algo de atención. El padre tiene sus propios problemas con una mujer muy demandante. Sin contar siquiera con el entusiasmo de Rita, el plan pronto se verá muy comprometido; mantener la farsa viva durante la inminente visita del tío rico parece una utopía…

El film cumple con los requisitos del género: es dinámico en las acciones, cuenta con personajes estrafalarios y los gags necesarios; en síntesis, lo suficiente para hacer reír al espectador cuando se lo propone. Pero va más allá también y, por momentos, se torna en un drama que analiza las relaciones familiares. Relaciones que tienden, de por sí, a ser difíciles y problemáticas. Así como todo chiste, en el fondo, encubre una verdad –según el Dr. Freud- aquí los momentos graciosos sirven de bálsamo para las tensiones y las situaciones sofocantes. Todo ello sin entrar, acertadamente, en debates o planteos morales que serían superfluos y pretenciosos. Si algo nos han enseñado la posmodernidad y el incipiente siglo XXI es que la realidad supera a la ficción y que nos encontramos absolutamente curados de espanto. Difícilmente pueda sorprendernos lo que arroja la pantalla, pero sí probablemente las conclusiones obtenidas. O, al menos, el mero hecho de pensar en ellas. Por nosotros mismos, claro.

Publicado por BC

viernes, 14 de mayo de 2010

Stellet Licht (México – Alemania – Holanda – Francia, 2007)


“A surprising picture, and a very moving one as well”. Las palabras avalan la elección de la película que se presenta. Y más aún cuando se trata de la opinión de un director genial, cuyo conocimiento acerca del arte cinematográfico puede considerarse omnímodo, como lo es Martin Scorsese. Pero es otro el creador de esta obra maestra, y su nombre es Carlos Reygadas. Este es el tercer trabajo del cineasta mexicano, que parece haber alcanzado aquí la madurez plena en su estilo después de lo insinuado en Japón y Batalla en el cielo, sus dos propuestas previas. Estilo que tiene como estandarte la belleza estética y la inacción, y cuya distintiva lentitud se alcanza –entre otros recursos- a través de largas tomas y planos estáticos.

Luz silenciosa narra las acciones de Johan, un campesino que pertenece a la comunidad menonita del norte de México. Si ya su mero nombre sugiere una distancia con su país, su apariencia la ratifica y su lenguaje la verifica: se comunica en plautdietsch, un dialecto utilizado por los menonitas rusos que poco tiene que ver con el español. Johan lleva una vida austera, profundamente religiosa y rutinaria. Trabaja en el campo y vive con su familia, compuesta por su mujer, Esther, y sus siete hijos. Es respetado entre sus pares de la comuna, que se encuentra aislada y cuyos modos y costumbres lejos están de los que se observan en cualquier urbe o poblado del país azteca. Mas no todo lo que brilla es oro. Hace un tiempo que mantiene él una relación extramatrimonial. Y esto, más allá del dilema familiar y social con el respectivo cargo de conciencia que le genera, lo pone en contra de un ente superior y sagrado: la Biblia, nada menos que la palabra de Dios.

Desconcertado, Johan acude a su padre. Para su sorpresa, el padre –que es ministro religioso- ha atravesado una experiencia similar y podrá aportar sabias palabras al respecto. De cualquier forma, la decisión no es fácil ya que sus sentimientos hacia Marianne (tal el nombre de la tercera en discordia) son absolutamente genuinos; él está completamente enamorado de esta mujer. Ella forma parte de la comunidad, y cumple con todos los requisitos necesarios para ser considerada digna de su amor. ¿La ama tanto, acaso, como a la madre sus hijos? He aquí la disyuntiva que lo azota y lo flagela sin tregua alguna. Pero hay un detalle importante que hará todo más complicado aún. Y es que él le ha comentado a su mujer la situación… Acertada o no, la decisión tendrá como consecuencia una precipitada aceleración de las acciones que llevarán a un final fantástico (en el sentido literal del término, aunque también –porqué no- en el figurado) y cargado de simbolismo.

La belleza de las locaciones donde transcurren las acciones, el ritmo cansino y el uso de actores no profesionales dotan a la obra de un alto contenido poético. La extrema consideración por la estética hace de esta película un espécimen único e imperdible. Las influencias de Antonioni, Tarkovski, Malick y muchos otros son claramente apreciables; pero, afortunadamente, no dejan de ser sólo eso. Si el cine, como sostiene André Bazin, sustituye nuestra mirada por un mundo más acorde con nuestros deseos, entonces no cabe duda que lo que hace Reygadas es cine. Y me permito agregar, querido lector: cine del más puro.

Publicado por BC