Ya estás cansado del pochoclo? En busca del buen cine tiene la solución... CINE EN SERIO

jueves, 15 de diciembre de 2011

Sunset Blvd. (USA, 1950)


Blanco y negro. Un cadáver que cuenta una historia. Una vieja leyenda de Holywood que sueña con su perdida juventud. Un mayordomo misterioso. Un grupo de fotógrafos con sus fogonazos. Una partida de bridge entre jugadores con rostros demasiado familiares –a pesar del tiempo. Un tango, La Cumparsita, bailado bajo la mirada de un hombre gris y celoso. Dos balazos en la noche. El Ocaso de una vida.

Billy Wilder es genial. Ha hecho de todo y todo –o casi- le ha salido bien. Nos hizo enamorarnos de Irma La Dulce y enojarnos con Kirk Douglas en Cadenas de Roca, y emocionarnos con Jack Lemmon y su piso de soltero, sin contar lo que sentimos con su Marilyn Monroe y aquella boca de subte levantándole la pollera...

Billy Wilder no solamente dirigió El Ocaso de Una Vida (“Sunset Boulevard”, 1950) sino que compartió el guión con Charles Brackett.

Verla de nuevo es un placer para el cinéfilo; verla por primera vez debería ser todo un acontecimiento. En cambos casos, sea como sea, es casi obligatorio: está llena de guiños en los que a veces cuesta separar ficción de realidad.

William Holden es Joe Gillis, un guionista sin plata y sin esperanzas, que conoce a una vieja y gloriosa leyenda del cine mudo, Norma Desmond, interpretada por Gloria Swanson, y que vive en una mansión con su mayordomo, Max, personificado Erich Von Stronheim. Cuando él la reconoce, le dice: “Usted era grande” y ella le responde: “Soy grande: las películas se hicieron pequeñas”.

Ella sueña con la llamada de Cecil B. De Mille –quien se interpreta a sí mismo- para una nueva producción. Y ella juega a las cartas con Buster Keaton, por ejemplo, quien también se interpreta a sí mismo. Esta mezcla de ficción-realidad-cine negro-comedia, subyuga desde el comienzo hasta el final (aunque la película empiece, justamente, por el final y no exista intriga alguna, o casi). No es la primera vez que un muerto cuenta su historia, porque Wilder ya lo hizo en Pacto Siniestro (“Double Indemnity”) en el 44 (¿No la vio? No sabe lo que se pierde).

William Holden empezaba a hacer sus primeras armas importantes en Hollywood. Pero en el caso de Gloria Swanson, ella había sido una gloria real del cine mudo, que –como su patético personaje-, no sobrevivió al parlante. “No necesitábamos diálogos: teníamos rostros”, dice en la película. Mientras que en la ficción la mujer ha quedado anclada en viejos tiempos de gloria, la Swanson seguía trabajando: primero en la radio y luego en la televisión. Pero hay que sumar al mayordomo. Porque Erich von Stronheim fue, efectivamente, director de películas de la Swanson y llegó a aportar alguna idea a la filmación.

Esa mujer.... patética, luchando por recuperar la juventud, aprisionando al joven guionista, presionándolo y también conquistándolo físicamente... esa mujer, que vive en un mundo irreal en donde sigue siendo una Star... Esa mujer, que lucha contra el almanaque sabiendo que no se puede vencerlo... Swanson tenía en el momento del rodaje, 51 años, o sea que tuvo que “envejecer” un poco más para dar el rol. Dicen que fue George Cukor –especialista en dirigir a mujeres en películas- quien más la animó para lo que no dejaba de ser el desafío de mostrarse aunque fuera en la ficción, patéticamente a sí misma. De hecho, en alguna función privada, Mary Pickford quedó deprimida y a su vez, Luis B. Mayer, el peso pesado de la MGM, le dijo a Wilder que merecía ser emplumado por la visión que ofrecía de la industria del cine.

Sea como sea, algo queda en pie, mucho más allá de los 3 Oscars que ganó –dirección artística y ambientación, banda sonora y guión original-, y de la recaudación de más de un millón de dólares que logró –en su época, la puso sexta en el ranking de la historia- y que la crítica la recibió, en general, con entusiasmo y admiración.

Queda en pie, para siempre, eterna y conmovedora, la imagen de la Gran Diva bajando las escalinatas de su mansión de Sunset Boulevard, ametrallada por los fogonazos de los fotógrafos, ajena a todo, diciendo: “Muy bien señor De Mille: estoy lista para mi primer plano”.

Publicado por CI