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domingo, 30 de agosto de 2009

Rumble Fish (USA, 1983)


Una picardía. No parece haber mejor manera de describir el hecho de haber presentado, en las semanas anteriores, películas de Sofía y Roman Coppola e ignorar posteriormente a su padre. Con el fin de atenuar la mencionada injusticia es que le propongo, querido lector, este film de Francis Ford Coppola en particular. Se trata probablemente de su trabajo más personal e íntimo, de una de auténtica obra experimental en la que el director se permitió plasmar libremente sus ideas y lograr así un flujo permanente de exaltación y éxtasis visual plagado de un talento tan único como genuino.

Si bien Rumble Fish narra las acciones de Rusty James (interpretado por un jovial Matt Dillon), el personaje más trascendental de la película es su hermano. The Motorcycle Boy (encarnado por el genial Mickey Rourke) es una leyenda, un mito que ha dejado la ciudad hace ya algún tiempo pero del que todos siguen hablando. En especial Rusty, que carga sobre sus hombros la ardua responsabilidad de mantener viva la llama y la reputación de ese personaje enigmático cuyo meritorio accionar pasado es un misterio para el espectador. Si bien está sumamente orgulloso de su hermano, a quien admira profundamente, también ansía con fervor la oportunidad de demostrar que también él es digno de reconocimiento y respeto. Para ello, se involucra constantemente en peleas callejeras que no le traen más que problemas con su novia (la bella Diane Lane) y con el pintoresco alcohólico de su padre (Dennis Hopper). De esta manera transcurren los días de Rusty James en forma monótona y casi sistemática…

Hasta que un día el hijo predilecto de la ciudad regresa a casa. La aventura californiana de the motorcycle boy ha llegado a su fin, pero parece haber marcado profundamente al oscuro y taciturno héroe. Algo ha cambiado en él. Ya no le interesa la fama ni el clamor popular. Lo que más parece preocuparle es ver a su hermano menor intentando seguir sus pasos, adentrándose en un mundo de violencia del que es muy complicado salir. Él lo sabe mejor que nadie: ese camino no lleva a ningún lado, su voluntario éxodo concluyó con un regreso con más pena que gloria. La faena de encausar adecuadamente a Rusty no es de por sí sencilla; para colmo de males, debe lidiar con su propios fantasmas representados por sus sempiternas y bien ponderadas dudas existenciales así como con problemas físicos tanto en su vista como en sus oídos. Sin olvidar los cuidados que requiere su padre en una indulgente lucha por alcanzar la sobriedad, y que un policía de la ciudad (testigo de su furioso pasado) está acechándolo constantemente. Los caminos se van haciendo cada vez más angostos para los hermanos, y no parece haber una salida posible que permita llegar a ver la luz al final del túnel.

La obra de Coppola irradia una absoluta belleza visual, alcanzando pasajes de una estética sublime. Filmadas en un elegante blanco y negro, las estilizadas imágenes presentan efímeros momentos de color cargados de un fuerte simbolismo, presente a lo largo de la totalidad del film. La música, por su parte, encaja a la perfección con el desarrollo de los hechos, generando un clima de tensión que envuelve –y hasta ahoga- progresivamente al público. De esta manera se logra una atracción, casi magnética, generada por la esencia indescifrable de the motorcycle boy así como por las exquisitas visiones del mundo en que se desenvuelve.

Publicado por BC

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