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miércoles, 7 de octubre de 2009

Barton Fink (USA - UK, 1991)


Habiendo incursionado provisoriamente en el género documental la semana pasada, esta semana se presenta una película singular y muy especial. Como ya se ha hecho sana costumbre, el largometraje en cuestión es creación de los hermanos Ethan y Joel Coen y se caracteriza por su gran profundidad así como por su inminente simbolismo. Magníficas actuaciones y una lograda estética complementan esta obra maestra, que catapultó a la fama a los hoy universalmente reconocidos hermanos (su film Sin lugar para los débiles es la prueba más fehaciente, aclamado por la crítica y de gran éxito comercial).

Barton Fink narra las acciones del personaje homónimo. El año es 1941. Se trata de un ambicioso escritor de obras de teatro de New York y es interpretado por el talentoso -y frecuente colaborador de los Coen- John Turturro. Su obsesión es la fiel representación en sus trabajos del “hombre común”. Cuando su última obra recoge cierto grado de aceptación del público y las críticas, recibe una oferta desde Hollywood mediante la cual le ofrecen una importante suma de dinero para escribir guiones cinematográficos. Y así parte el protagonista hacia la soleada California. A su llegada se registra en el peculiar hotel Earl. Allí conoce a su vecino de cuarto, Charlie Meadows (encarnado por el hábil John Goodman, otro habitué de los hermanos), un vendedor de seguros que parece representar el prototipo del hombre común. Barton se reúne con su empleador, un personaje memorable que le exige la realización del guión para una película de lucha libre clase B. Pero de vuelta en el hotel, los problemas comenzarán para él.

Se encuentra ante lo que se conoce como un bloqueo creativo. No puede hilvanar dos palabras consecutivas. Sólo parece poder apreciar el cuadro que decora su cuarto, en forma casi hipnótica. Es así como pide ayuda hasta dar fortuitamente con un famoso escritor al que admira. Decide abordarlo con sus dificultades, pero el consagrado artista tiene serios problemas con la bebida y prefiere delegar sus asuntos con su secretaria (que es también su amante). Es así como nace un romance entre ella y Barton. Romance que no resultará, como se puede esperar, para nada sencillo. Peor aún, el protagonista debe lidiar con un plazo para entregar el guión que se aproxima en forma implacable. Como si todo esto fuera poco, Barton recibe una visita de dos oficiales de policía que le informan que su simpático vecino no es quien parece ser. En medio de semejante caos es que el escritor deberá sortear los escollos que lo separan de su meta: la finalización, cueste lo que cueste, del ansiado guión de su debut cinematográfico que concrete su consagración…

La película, si bien es fácil de seguir (la acción transcurre en forma lineal), no es fácil de comprender. Encierra una alta dosis de simbolismo. Como toda obra vanguardista, permite una gran cantidad de interpretaciones. Cualquiera que sea la suya, querido lector, con seguridad lo dejará asombrado e impactado ante tal despliegue de talento. No puede uno forzarse en demasía a entender todo lo que sucede en la pantalla pero de seguro sí puede uno apreciarlo; después de todo, la forma es tan importante como el contenido. Más allá de esto, son innegables y evidentes las ya enumeradas virtudes del film como su desarrollo de los personajes, diálogos, actuaciones y, por supuesto, la estética visual de una época tan particular como trascendental. En síntesis, se trata de una obra maestra; un tanto surrealista, si se quiere, pero certeramente genial.

Publicado por BC

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