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lunes, 14 de septiembre de 2009

Barfly (USA, 1987)


La película que se presenta esta semana está íntimamente relacionada con una expresión artística diferente, como es la literatura. Se trata de un guión del polémico escritor Charles Bukowski, de carácter marcadamente autobiográfico y protagonizado por su alter ego. Si bien en la escritura de Bukowski radica uno de los puntos fuertes del film, no es ese el único mérito del mismo. Por el contrario, son muchas las bondades que ofrece más allá del universo de este poeta maldito del siglo XX; en suma, se trata de mucho más que de un simple retrato o de una biografía para la pantalla grande.

Barfly narra las acciones de Henry Chinaski, un personaje muy particular que vive – o, mejor dicho, sobrevive- en la ciudad de Los Ángeles. Interpretado por el talentoso (y, por cierto, reincidente en el blog) Mickey Rourke, Henry conforma el prototipo del ser alejado del sistema: parece incapaz de poder mantener un trabajo, vive en condiciones muy precarias y carece de bienes materiales. Lo que más disfruta hacer es, lisa y llanamente, emborracharse en los bares de la ciudad y adentrarse en viajes hacia el fin de la noche. Cuando estos avatares no terminan en violentas peleas, el protagonista conoce interesantes personajes. Es así como se cruza en su camino Wanda (encarnada por la bella y experimentada Faye Dunaway), una misteriosa mujer también devota del alcohol con la que no tardará en unir fuerzas y compartir su pintoresca senda de desventuras.

Durante el día Henry se dedica a escribir relatos y poesías, mientras disfruta de su amada música clásica, que luego envía indefectiblemente -en lo que se asemeja más a un impulso instintivo que a algún tipo de genuina esperanza- a diversas publicaciones literarias. Un determinado día llega a manos de una exitosa agente literaria una de esas tantas obras y la impacta en sobremanera, a tal punto que decide publicarla en forma inmediata. Pero el problema se presenta a la hora de localizar al enigmático autor de esas líneas, ya que su andar es harto impredecible. Finalmente, no sin requerir ayuda externa, la dama lograr dar con Henry, comunicarle la grata noticia y entregarle además un sustancioso cheque como forma de pago. Como es de esperarse, el peculiar escritor causa toda una impresión en la importante mujer que no deja de admirarse por sus particulares maneras e ideales. Una cosa lleva a la otra y, en poco tiempo, se desata un nuevo romance en la vida del héroe. Cuando se quiere acordar, se encuentra viviendo en una lujosa mansión y conduciendo autos de lujo. Se ha alejado de sus viejas usanzas (no de todas ellas, por supuesto) y, conciente de ello, sabe que debe tomar una decisión relativa a dos mujeres muy diferentes que ofrecen dos estilos de vida diametralmente opuestos. Pero la decisión se demora, y un encuentro entre ambas parece inevitable…

La película de Barbet Schroeder (director de Mi secreto me condena y La Virgen de los Sicarios, entre otras) es de un estilo lacónico, casi minimalista, que triunfa en brindar sensibilidad y humanismo al personaje principal. Debajo de las extravagancias, y de las convenciones sociales que lo apuntalan como un perdedor, yace un ser humano -con todo lo que ello implica- en la más difícil de las búsquedas: la de sí mismo. La tristeza y la soledad de los diferentes ambientes donde él se desenvuelve son logradas a la perfección, y una inminente sensación de melancolía puebla la pantalla en forma unánime. Ayuda a alcanzar esta unívoca y oscura nostalgia, por su parte, la tímida presencia de la música que sólo se hace presente en determinados pasajes puntuales y en forma excelentemente sincronizada con las acciones. Barfly resultará sin dudas una pieza de cabecera para los amantes de Bukowski, pero puede (y debería, querido lector) ser apreciada por cualquier seguidor del séptimo arte ajeno, incluso, a la esfera de influencia del crudo escritor.

Publicado por BC

1 comentario:

Anónimo dijo...

A falta de BC en persona buenas son las páginas web. Siempre geniales recomendaciones.