
A lo largo de la totalidad de las entregas que conforman este blog –unos 35 títulos, la cifra no es menor- se ha buscado introducir (con mayor o menor éxito, evidentemente) películas con contenido. Dado que este concepto puede resultar ambiguo, o un tanto incierto, resulta oportuno ampliarlo: se ha buscado introducir películas que generen la reflexión en el espectador, que lo sometan a poner en práctica su intelecto y a emitir un juicio crítico. Esto en perjuicio del entretenimiento puro, light, aquel donde abunda la acción y escasean las introspecciones; aquel conocido lisa y llanamente como pochoclo. Esta entrega resuma quizás como ninguna hasta el momento el mencionado fin, aún cuando el mismo en estos tiempos pareciera asemejarse tanto más a un loco afán.
Colinas Ciegas narra las acciones de Bai Xuemei, una flamante graduada universitaria que está en la búsqueda de un trabajo que le permita ayudar a su hermano con sus estudios. Es así como se embarca en un viaje con una conocida, hacia las montañas de la China rural. Una vez allí, los locales le ofrecen un té que le genera cierta somnolencia. Cuando despierta, aún drogada, se percata que ha sido vendida al dueño de casa. Está secuestrada, y su nuevo “marido” se halla presto a reclamar sus derechos nupciales, ya sea por las buenas o por las malas. Su vida, tal como la conocía, ha desaparecido para siempre. ¿El año? Principios de la década de los noventa… 990 a.C.? 1290? No, no precisamente. La historia transcurre en los albores de 1990. Hace tan sólo veinte años.

El director y guionista Yan Li se adentra en el delicado –y tristemente vigente- tema de la trata de mujeres. Al usar actores no profesionales, alcanza un alto grado de realismo. La película ofrece también excelente fotografía, optimizando al máximo lo atractivo del paisaje donde transcurren las acciones. Pero es sin duda en lo que genera dentro del espectador donde radica el gran mérito de la obra. Al hacerlo transitar por las mismas emociones que la protagonista (ira, indignación, resignación, esperanza… de nuevo ira, indignación y así sucesivamente), lo obliga a plantearse las eternas disyuntivas acerca de la trascendencia del dinero y de la apatía y egoísmo de gran parte de la raza humana. Probablemente no exista lenguaje alguno que pueda expresar todas las “agonías del anhelo” a las que refiere Chesterton; pero si de intentos válidos se trata, éste indudablemente es uno de ellos.
Publicado por BC
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