La
película que se presenta es una adaptación –lograda, por cierto- de la novela
del semiólogo (por nombrar sólo una de las facetas del intelectual italiano)
Umberto Eco. Fue esta recreación histórica, publicada en 1980 pero que
transcurre en la Edad Media ,
la obra que lo catapultó a la fama. Algunos años después llegaría la versión
cinematográfica, de la mano del realizador francés Jean-Jacques Annaud (Siete
años en el Tíbet, Enemigo a la Puertas , El Amante –otra adaptación de un texto notable,
esta vez de Marguerite Duras). La misma acierta en la recreación de aquellos
tiempos oscuros tanto en lo ambiental (por la obvia carencia de luz eléctrica)
como en lo intelectual, con el hombre paradójicamente mirando siempre hacia
arriba pero viendo cada vez menos. Fueron aquéllos tiempos marcados por la
obsesión religiosa y la obtusidad mental, tiempos en los que el temor reinaba y
la independencia del pensamiento era vista como una amenaza. Es allí, querido
lector, donde invita a sumergirnos la propuesta.
El Nombre de la Rosa narra las acciones de Guillermo de Baskerville (una actuación deslumbrante de Sean Connery), un monje franciscano de
agudo ingenio y vasta cultura que es convocado de urgencia a un monasterio
benedictino en Italia. El año es 1327. Son tiempos de crisis para la Iglesia Católica.
La autoridad Papal se ha trasladado de Roma a la ciudad francesa de Avignon. La
incipiente orden Franciscana, por su parte, pregona la austeridad y la carencia
de bienes materiales como el camino para llegar a Dios. A pocos días de una
reunión clave entre la Delegación Papal
y los Franciscanos para dirimir asperezas, una misteriosa muerte tiene lugar en
el recinto. La conmoción reina en la abadía, reconocida por una frondosa
colección de manuscritos que atrae a frailes de los cuatro puntos cardinales
que acuden allí para copiar los textos y llevarlos de vuelta consigo. Así es
como entra Guillermo en escena,
acompañado de su ayudante y discípulo Adso
(un joven Christian Slater).
El personaje
encarnado por Connery resulta
fascinante, y remite a las mentes más brillantes del Cristianismo (Agustín de
Hipona, Guillermo de Occam o Emanuel Swedenborg). Su análisis de la influencia
del humor en la Poética ,
de Aristóteles, y la discusión al respecto con un párroco dogmático resulta uno
de los puntos más altos de la producción. Eco
plantea el peligro del fundamentalismo y resalta la importancia de la apertura
mental y las perspectivas múltiples como antídoto eficaz frente a ese mal. Como
dato de color, cabe mencionar que el autor desarrolló un personaje a modo de
homenaje a uno de sus escritores predilectos. Es ciego, está a cargo de la
biblioteca y se llama Jorge… Otorgar más pistas implicaría subestimar su
inteligencia. Por lo demás, es esta una gran oportunidad de ejercitarla.
Publicado por BC
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