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viernes, 3 de agosto de 2012

Control (Australia – Japón – UK – USA, 2007)



Una vez más, querido lector, la película que se presenta está ligada íntimamente a un género artístico diferente como lo es la música. Particularmente, indaga en la vida y obra del músico de rock británico Ian Kevin Curtis –cantante y compositor del influyente grupo Joy Division. La obra es creación del holandés Anton Corbijn (de hecho, se trata de su primer largometraje de ficción ya que hasta entonces sólo había realizado videos musicales y documentales), quien fuera fotógrafo de la banda durante su corta existencia y admirador confeso de la misma, a partir de las memorias de la viuda del artista. Filmada en un blanco y negro que acrecienta la impronta oscura que engloba las acciones, el film se caracteriza por la atmósfera poética que alcanza –aún en los momentos de mayor dramatismo.

Control narra las acciones de Curtis desde su adolescencia en Macclesfield, pueblo cercano a los suburbios industriales del Gran Manchester (un lugar “gris”, como él mismo lo definía). Ya entonces puede apreciarse la personalidad enigmática del protagonista, muy influido por sus músicos de cabecera así como por una lectura voraz. Entre los primeros, puede citarse a Bowie y a Iggy Pop como referentes de una lista que también incluye a Velvet Underground, Kraftwerk, Roxy Music, The Doors e incluso al incipiente punk de los Buzzcocks y los Sex Pistols. En el plano literario, Ian se inclinaba por Sartre, Herman Hesse, J. G. Ballard, Burroughs, Nietzsche, Kafka, Gogol y Dostoievski -por citar sólo algunos. Así, el joven de aspecto intimidante que vestía con cuero, fumaba constantemente y llevaba la leyenda “HATE” en su campera era en realidad un ser taciturno e introspectivo de elevada sensibilidad y madurez, que nunca perdía el sentido del humor. A los 19 años contrajo matrimonio con Deborah (Samantha Morton), quien luego daría a luz a Natalie. Fue por esos tiempos que comenzaba a tomar forma lo que posteriormente se conocería como Joy Division.

Casi sin darse cuenta, y como quien no quiere la cosa, la banda comenzó a adquirir un inusitado éxito, sostenido en la voz grave de Ian, sus perturbadoras letras y la solvencia musical del resto del grupo (Peter Hook en bajo, Stephen Morris en batería y Bernard Sumner en guitarra –que tras la desaparición física del frontman, se transformarían un New Order). Pero no todo era color de rosa. Curtis comenzó a tener ataques de epilepsia, que lo recluyeron cada vez más en sí mismo. Las presentaciones en vivo se le dificultaban por el temor a una irrupción de la enfermedad. Por otro lado, los problemas conyugales con su mujer se acrecentaban y el romance con una reportera belga llamada Annik tampoco ayudaba. La responsabilidad que sentía por su hija y las presiones que lo acosaban de todos los frentes (desde Rob Gretton, manager del grupo, pasando por el excéntrico productor Martin Hannett y llegando hasta las más exigente de todas, la de él mismo) fueron demasiado para el hombre de tan solo 23 años, que se vio vencido por los dilemas existenciales y perdió el control.

Las últimas horas de agonía del músico –en las que vio Stroszek de Werner Herzog y escuchó The Idiot, de la Iguana de Detroit- son quizás el punto más alto de una producción atormentadora pero ciertamente lograda en todos los aspectos –desde el plano estético hasta el musical, pasando por las actuaciones (destaca Sam Riley en el papel principal), la fotografía y los inquietantes diálogos. La reacción más esperable tras ver la cinta es el sempiterno ¿Porqué? Lamentablemente, eso no podremos saberlo jamás. Sólo restan conjeturas (con todas sus licencias, como en este caso), sólo resta la obra como legado. Y esto no es poco para quien entendía la importancia del arte como bálsamo para la existencia, y que dio su vida por intentar descifrar dónde reside la frontera. Quizás la cita sirva para entender la paradoja de quién nació en la que otrora –durante la Revolución Industrial- fuera la capital del mundo moderno:              

“To be modern is to find ourselves in an environment that promises us adventure, power, joy, growth, transformation of ourselves and the world - and at the same time threatens to destroy everything we have, everything we know, everything we are.”        

Marshall Berman, "All That Is Solid Melts Into Air".               

Publicado por BC

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