El
de Brian De Palma es un nombre que
se ha mencionado más de una vez en este blog; sin embargo, del director norteamericano
no se había presentado aún ninguna película. Sucede que sus obras suelen
generar devoción o rechazo (como aparentemente sucedió con su última creación, Passion, en el Festival de Venecia), y
no abundan los grises. De hecho, la crítica suele ser muy dispar con quien
muchos en sus orígenes llamaban “el Hitchcock americano” por los thrillers que le dieron renombre
internacional –con Vestida para Matar
a la cabeza. Para algunos se trata de un talento indiscutible dentro del
séptimo arte (Tarantino es un confeso admirador de él), mientras que para otros
no es más que un mediocre sobrevalorado. Lo cierto es que De Palma ha logrado mantenerse vigente durante cuatro décadas, y
para ello ha sabido explotar al máximo sus virtudes: la originalidad y la
reinvención permanente. Son precisamente esos los elementos que pueden
apreciarse en la obra que se presenta, y que la dotan de una característica
única como lo es la de carecer totalmente de género. Efectivamente, se trata de
un film en absoluto clasificable por su estilo innovador -aún cuando rinde
homenaje a viejos clásicos del cine noir.
Doble de Cuerpo narra las acciones de Jake Scully, un actor que –mientras pelea por conseguir un rol
importante- sobrevive haciendo papeles en películas de terror clase B. Un día
en que un ataque de claustrofobia le juega una mala pasada y el estudio donde
estaba se prende fuego, cuando las cosas no podían salir peor, regresa a su
casa para encontrar a su novia con otro hombre. Huye despavorido al bar de un
conocido, que le ofrece un techo temporario. En un taller de actuación conoce a
Sam, con quien comienza a forjar una
amistad. Al poco tiempo, éste le ofrece un lujoso departamento situado en las
colinas de Hollywood. Como si fuera poco, el fantástico octógono de cristal no
viene solo: Sam le informa que todas
a las noches, indefectiblemente, una hermosa vecina realiza un baile erótico –y
le provee el telescopio para seguir las acciones de cerca. Sin saberlo, termina
por despertar una obsesión de la que el protagonista no parece poder escapar.
En
una de sus sesiones de espionaje, Jake
divisa a un extraño indio que, a su vez, también está espiando a Gloria (tal el nombre de la enigmática
bailarina). Pero es cuando ve al indio persiguiendo a su objeto de deseo en
cuanto ella sale a la calle, que decide intervenir y dejar de ser un mero
espectador. Así es como pronto se verá involucrado en una serie de hechos
peligrosos y confusos, con homicidio incluido (y que lo arroja como principal
sospechoso). Con la policía tras sus pies, deberá probar su inocencia con la sola
ayuda de una actriz pornográfica que se hace llamar Holly Body (deslumbrante actuación de una bella, y muy joven, Melanie Griffith).
Lejos
de ser una obra maestra del cine, se trata de una apuesta osada y muy poco
convencional –que alcanza actualmente el añorado rótulo de película de culto. ¿Qué debe tener una producción cinematográfica
para alcanzar esa categoría, se preguntará Ud. –querido lector? La respuesta es
que no hay una explicación racional o lógica sino que se trata de cuestiones
subjetivas, vinculadas principalmente con lo emotivo. Lo que sí puede afirmarse
es que esta clase de obras generan una devoción especial en un grupo de
personas que, cada una a su manera o incluso en grupo, le rinde “culto” o la
aprecia de forma peculiar. Listos para la acción, estos fanáticos están siempre
dispuestos a verla una, otra y otra vez más… cual un doble de cuerpo aguardando
su entrada detrás de cámara.
Publicado por BC